Madrid, España

Un solitario gol de Rodrygo Goes –de bella factura– evitó al Real Madrid el sonrojo de una prematura eliminación a las primeras de cambio en los dieciseisavos de final de la Copa del Rey ante un humilde y combativo Cacereño que lo puso contra las cuerdas durante 70 minutos.

Carlo Ancelotti presentó en el Príncipe Felipe de Cáceres un equipo B, al dejarse a ocho titulares habituales en Madrid (Curtois, Carvajal, Kroos, Benzema, Modric, Alaba, Mendy y Vinícius) y llevarse a tres primeras unidades (Militao, Tchouaméni y Rodrygo).

El conjunto madridista, que no gana la Copa desde el 2014, se encontró, como es costumbre en estos duelos desiguales, un rival de categoría inferior hipermotivado, trotón y presionante, que se sumaba al mal estado del césped para dificultar el juego blanco.

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Así, un bote extraño por un pedazo de hierba despegado puso en aprietos al portero local en el primer disparo a puerta del Madrid, a través de Ceballos (m. 16). Iván resolvió bien y evitó el peligro.

Fue aproximación más clara del conjunto de Ancelotti en el primer tiempo, en el que le costó horrores crear fútbol, tanto por el césped cada vez más levantado, como por la presión cada vez más incómoda del Cacereño. Un equipo extremeño que se crecía por momentos, alentado por una grada festiva, como en el disparo de David Grande que obligaba a Lunin a estirarse (m. 32) para evitar el 1-0.

Tanto se animó el Cacereño que el Madrid pasó por minutos de agobio antes del descanso, con los remates de Telles por encima del larguero, otro de Manchón y una aproximación de Carmelo. Los locales, mucho más enchufados, iban a todas, apretaban y mostraban más ambición ante un campeón de Liga desdibujado e incómodo, que necesitaba el descanso para tomar aire y refrescar las ideas.

A la vuelta de vestuarios, Ancelotti, cada vez más inquieto en la banda, recurrió a Rüdiger, Valverde y Vallejo, en sustitución de Militao, Tchouaméni y Odriozola (lesionado). Pero su Real Madrid no mejoraba ni imponía ningún miedo a un Cacereño que incrementaba su fe con los gritos de “Sí se puede” o las olas de la grada.

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El duelo entró en una fase descontrolada de correcalles, sin centro del campo. Con el Madrid más estirado, imponiendo su velocidad y su querencia por la contra, Marco Asensio disfrutó de la mejor ocasión (m. 60) en una media vuelta que rechazó de puños Iván.

Pese a la aproximación del balear, no le gustaba nada el partido a Ancelotti, que se la jugó con la entrada del joven del filial Álvaro Rodríguez, debutante, por un inexistente Hazard.

El cambio tuvo su efecto, al menos en el toque de atención que supuso al resto del equipo, porque Rodrygo, también muy inactivo, se inventó de la nada un soberbio gol desde la banda izquierda. Encaró a Clausí y Aguado, los dejó clavados con un quiebro, y colocó un tiro ajustado al palo derecho.

El Madrid desencallaba un partido que se le estaba poniendo cada vez más cuesta arriba con un fogonazo aislado. Máxima eficiencia para evitar el sonrojo de una pronta eliminación.