El campeón de mundo con Francia en 1998 cambió totalmente de deporte

Francia

Fabien Barthez fue campeón del mundo en 1998 con Francia al golear a Brasil en la final 3-0. El portero se convirtió en un ídolo sin discusión alguna.

Se le recuerda por su cabeza, brillante y sin pelo, que lo convirtieron en uno de los símbolos más característicos de Francia y del fútbol mundial. Guardameta que siempre dio que hablar durante su carrera, sino era por sus grandes paradas era por alguna de sus excentricidades.

Formado en la cantera del Toulouse, debutó con este equipo en 1990. Dos años después lo fichó el Olympique de Marsella, donde estuvo tres temporadas. Luego pasó al Mónaco, donde estuvo cinco años. En 2000 llegó al Manchester United. En Inglaterra pasó tres años, ya que en 2003 fue cedido al Olympique de Marsella, equipo que al año siguiente lo contrató y donde estuvo hasta 2006. Anunció su retirada para regresar ese mismo año al fútbol de la mano del Nantes, donde se retiró en 2007.

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En su palmarés tiene dos ligas y una supercopa francesas (Mónaco), una Copa de Europa (Olympique) y dos Premier (United). Con Francia jugó nada menos que 87 partidos y logró un Mundial, una Eurocopa y una Confederaciones.

Hoy, dos décadas después de aquel título, el exportero del Manchester United sorprende con su nueva faceta lejos del balompié: el automovilismo.

Después del fútbol su pasión fueron los «fierros». A pesar de ser parte del comando técnico de Laurent Blanc luego de su retiro en el 2007 en el equipo Nantes, Barthez decidió cambiar de rubro.

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En su primera experiencia, el exgolero compitió en el Campeonato GT de Francia con un Dodge Viper. En una segunda oportunidad consiguió subir al podio. Sus habilidades en el timón le valieron para lograr algunas victorias.

En el 2013 logró el título con dos victorias y 6 podios. Luego de probar suerte en el equipo Sofre ASP, el exjugador formó su propio equipo con Olivier Panis, expiloto de la F1. En el 2014,  probó suerte en las 24 horas de Le Mans, una de las carreras más importantes del mundo. «Fue una afición que se convirtió en obsesión», contó el francés.