Las autoridades ceden ante la conmoción social por la muerte de una chica que se inmoló al pensar que iría a la cárcel por colarse en un estadio

Irán

La demanda de la «chica azul» al fin ha surtido efecto. 40 años después, Iránha vuelto a ver una marea de mujeres en un estadio de fútbol.

La presión social dentro del país a raíz de la inmolación de Sahar Jodavari en septiembre pasado ha obligado al gobierno iraní a abrir las puertas del Estadio Azadi («libertad» en persa) de Teherán, donde cerca de 4.000 mujeres vieron en primera persona a su selección golear a Camboya (14-0). Era la primera vez en sus vidas que veían un partido en directo.

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La lluvia de goles que hubo sobre el césped en el partido de clasificación para el Mundial 2022 no distrajo la atención. Todas las miradas, desde cualquier rincón del mundo, estaban fijadas este jueves en la grada. Sin embargo, la alegría no es ni mucho menos completa, pues solo una pequeña parte de las aficionadas ha podido acudir a un recinto de 80.000 localidades. Además, lo han hecho segregadas de los hombres, en áreas y tribunas reservadas únicamente al público femenino.

Pese al largo camino que queda por recorrer, el 10 de octubre del 2019 quedará grabado en la retina por un sector de la población que desde la Revolución Islámica del 79 vio reducido sus derechos con leyes religiosas muy estrictas. El triunfo histórico y emotivo va dedicado a Sahar Jodayari, la joven que decidió quitarse la vida cuando supo que podía ir a la cárcel. ¿Su delito? Intentar colarse en un estadio vestida como un hombre. Se la conoce popularmente como la «chica azul» por ser el color de su equipo, el Esteghlal.

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Su muerte conmocionó al país e hizo reaccionar de una vez por todas a la FIFA. El máximo ente del fútbol internacional pasó a la acción: aparcó las tibias amenazas para advertir seriamente a la Federación Iraní con duras sanciones si no permite a las mujeres asistir a todos los encuentros.

El portavoz del gobierno iraní, Ali Rabii, negó que la decisión de abrir los estadios se deba a una «presión extranjera» sino a una «exigencia interna» a la que el ejecutivo ha respondido. Gianni Infantino, presidente de la FIFA, ha enviado una comisión con responsables en materia de derechos humanos para que siguiera de cerca el partido.