Diez años de interminables obras, escándalos de corrupción, problemas de impagos y un desorbitado coste que lo convierten, con permiso de Wembley, en el estadio más caro del planeta: es el San Petersburgo Arena.

Todo empezó en 2007 -Rusia aún no había recibido el Mundial- cuando el Ayuntamiento de San Petersburgo puso la primera piedra de un estadio diseñado por el arquitecto japonés Kise Kurokawa a imagen y semejanza del Toyota Stadium de su país. Las cosas se torcieron cuando Kurokawa falleció ese mismo año, pero nadie esperaba que las obras se dilataran durante una década, ni siquiera el zar el fútbol ruso, Vitali Mutkó, quien entonces aseguró a Efe que en dos años sería inaugurado.