Honduras perdía y solo un acto de magia podía cambiar el rumbo de ese partido, el mago fue Juan Carlos García

 

Honduras

Febrero del 2013. Honduras debutaba contra Estados Unidos en la Hexagonal Final para el Mundial de Brasil 2014. El cambio generacional comenzaba y muchos no confiaban en la H dirigida entonces por Luis Fernando Suárez.

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El pronóstico no era favorable. La Selección de las Barras y las Estrellas, comandada por Jurguen Klisman, siempre amargaba a La Bicolor en su casa. También fue el inicio de los partidos en horarios de la tarde. Con el calor se pretendió detener a los norteamericanos. Pero la fórmula para ganar no estaba en el clima, sino en una genealidad que nadie esperaba.

Clint Dempsey silenció el Olímpico Metropolitano con su tanto. El clima se puso más pesado que la humedad. Los ‘gringos’ administraban las energías y les bastaba su ritmo a medio vapor para ganar. No había por donde y lo más normal hubiese sido que el partido se perdiera. Volvían los fantasmas y las dudas. En un tiro de esquina todo desapareció.

Boniek lo cobró. El balón fue pasado. Muma lo peleó y fue por él. El zaguero rival le dio tiempo a Bernárdez para que se acomodara y centrara con la derecha. Maynor Figueroa dejó, con el pecho, tendido el balón para que Juan Carlos García castigara de chilena ante la estupefacción de Tim Howard, cuya reacción natural fue taparse la boca ante lo que acababa de pasar.

El rostro del técnico Suárez, como diciendo «ni modo» a Klinsman, la locura del Olímpico, y la celebración furiosa de los jugadores, fueron las imágenes que quedaron para la historia.

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Bengtson anotó el segundo pero no se llevó las principales portadas. Aquel día García fue el héroe inesperado que hizo sonreír a todo Honduras. Ése día Juan Carlos García se inmortalizó como lo hacen los grandes, con genealidades, con magia.