Uno de los entrenadores más carismáticos del fútbol hondureño nacía hace 67 años

Tegucigalpa, Honduras

Originario de Santa Bárbara… Siempre alegre, siempre radiante, con un optimismo notable y pensando siempre en el futuro crack que podría descubrir, un día como hoy nació en 1950, Ángel Ramón Paz Rápalo conocido en el mundo del fútbol como Mon Paz.

Curiosamente dentro de una semana se cumplirán nueve años de su muerte, pero su servidor considera que hoy en su natalicio es más importante recordar cuando se encendió una luz que cuando se apagó, Mon Paz fue un personaje querido por muchos y recordado siempre sobretodo en San Pedro Sula donde formo su familia y vivió gran parte de su vida.

Paz estudió en Brasil poco tiempo después de haberse graduado como Bachiller en Ciencias y Letras, curiosamente iba a estudiar arquitectura pero por problemas de cupo y para no perder el tiempo y dinero invertido estudio diseño industrial en desarrollo de productos, además, fue por un breve lapso Jefe de Publicidad de Diario La Prensa.

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Don Mon era netamente un futbolista en toda su esencia que desarrolló su carrera profesional desde los 15 años como un medio-centro destacado debutando con la Real Juventud donde jugo de 1965 a 1969 y luego daría el salto al equipo de sus amores, el Olimpia, de 1969 a 1978, vistió la camisa de la selección de Honduras en varias ocasiones donde porto nueves veces con orgullo el gafete de capitán y es que si algo era el «Viejo león» era ser un líder, hablar de él es hablar del pasado y del presente del fútbol y gracias a su invaluable trabajo, del futuro.

 

En su trayectoria como jugador obtuvo dos títulos con Olimpia, uno de ellos de forma invicta en 1969, también gano en 1973 el primer título de CONCACAF.

Después de su retiro como futbolista decidió seguir vinculado al Olimpia y por eso decidió trabajar con las jóvenes promesas que la ciudad industrial tenia regadas por ahí sin que nadie las descubriera, hasta que su buen ojo se cautivaba y los invitaba a formar parte del equipo más importante del país, nunca prometió un camino fácil pero siempre fomento a cada joven a creer en sí mismo mientras formara parte de las reservas.

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Exigente pero motivador, Mon Paz sabía como llegar a sus dirigidos, ponía un toque de irreverencia en cada discurso pero siempre enfocado en el trabajo, orden y disciplina, de hecho me recuerda mucho al método de Sir Alex Ferguson en el Manchester United, donde más que ser un jefe, era un padre para todos.

Fruto de ese trabajo, Honduras obtuvo a su estrella más importante, Oscar David Suazo es el ejemplo perfecto del empeño que el ex entrenador puso en cada joven, ese fino jugador con una velocidad endemoniada, con una definición exquisita y que llego a portar las camisetas de equipos como el Inter de Milán o el Benfica, fue descubierto por Mon Paz y al son de hoy «La Pantera» recuerda con mucho cariño a la familia que desde joven lo apoyó, una virtud que seguro aprendió de el… No se olvida a aquellas personas que en el camino te ayudaron a llegar a tu destino.

 

Pero Ángel Ramón tenía escondido antes de morir un último aporte a nuestro fútbol más allá de la capacidad como entrenador y es que por 12 años, aplicó lo aprendido en La Prensa e hizo de periodista de investigación al elaborar «Historias de campeones», un libro lleno de anécdotas y estadísticas, una verdadera obra de arte de nuestro fútbol.

Y es que el libro «Historia de campeones» reseña los 16 torneos que se disputaron en la etapa aficionada del fútbol hondureño, que transcurrió entre 1947 y 1964 y que antecedió a la fundación, en 1965, de la actual Liga Nacional de Fútbol Profesional.

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Recordado como un talentoso jugador, la gente cercana a él siempre lo recuerda como un ser humano excepcional, un entrañable amigo,  como un padre ejemplar  y como un esposo amoroso de Reina de Paz conocida como Nani, quien siguió los pasos de su esposo y se encargó de las reservas de Olimpia por un tiempo con ayuda de Eduardo, el menor de sus dos hijos.

Un 4 de Noviembre de 2008 perdió la batalla con el cáncer a los 58 años, sin embargo su recuerdo está intacto en cada persona que convivió con él y que disfrutó de su humor y carisma, una persona formidable, un eterno enamorado del Olimpia y un trabajador incansable al que solo queda decirle… Hasta siempre, viejo león.